En el año 1992, un suceso extraordinario conmocionó a la comunidad católica en Buenos Aires. Este evento, conocido como el Milagro de la Hostia Sangrante, ocurrió en la Parroquia Santa María, ubicada en el barrio porteño de Almagro. La historia de este milagro fue transmitida a través de los años, renovando la fe de muchos y desafiando las explicaciones científicas.
La hostia convertida en carne
El Padre Eduardo Pérez del Lago, quien estaba presente en aquellos días, relató a Infobae cómo el 1° de mayo de 1992, después de celebrar la misa, el párroco Juan Salvador Carlomagno y un ministro de la comunión descubrieron dos pedazos de hostia en el corporal. Estos fragmentos, probablemente caídos durante la preparación del altar, fueron colocados en un vaso con agua, como era costumbre. Sin embargo, lo inusual ocurrió cuando, a lo largo de esa semana, la hostia no se disolvió como era esperado.
Cómo es la oración de Leda Bergonzi, la “sanadora” de Rosario, para curar el cuerpo y combatir el cansancio“Después de la misa, el párroco Juan Salvador Carlomagno y el ministro de la comunión que lo estaba ayudando, al reservar las hostias en el Sagrario, encuentran que en el corporal, que es el pañuelo blanco que se pone delante del Sagrario, había dos pedacitos de hostia. Probablemente habrían caído cuando se traspasó de un copón a otro y blanco sobre blanco no se habrían dado cuenta. Entonces el párroco hizo algo que tenemos costumbre de hacer que es ponerlo en un vaso de agua”.
Así recuerda el sacerdote Pérez del Lago el procedimiento habitual que prevé la Iglesia ante estos sucesos. “En este caso era una tinaja de cerámica con un poquito de agua donde se pusieron los dos pedacitos y se esperaba que se diluya. Normalmente con los días se diluye y el agua se tira en una planta porque ya no hay presencia eucarística y se limpia o se purifica el vaso. Pero eso no pasó en toda esa semana. Llegado el 8 de mayo, el día de la Virgen de Luján, el párroco, luego de terminar la misa, miró como estaba el recipiente para ver si había que purificarlo y encontró algo que era muy extraño. El párroco nos llamó al diácono y a mí para que lo viéramos y era como si la hostia hubiera explotado, se veía que era una explosión porque había esquirlas contra las paredes del vaso”.
El sacerdote resaltó que le llamó la atención el color de la hostia, ya que “tenía como colorcito oscuro”. Y completa: “Pero había otras esquirlas que estaban en el agua y mantenían el color rojo, pero muy subido y después de adentro era como una masa de carne. A la vista era como carne lustrosa, pero como la carne del hígado”.
Silencio y discreción
Ante este escenario impactante, el párroco Carlomagno y los sacerdotes testigos del Milagro de la Hostia Sangrante se comunicaron con el arzobispado e informaron del extraño suceso al Cardenal Antonio Quarracino, por entonces arzobispo de Buenos Aires.
Las primeras indicaciones que recibieron los sacerdotes, además de contactar a un médico, fueron las de ser prudentes y mantener el hecho en secreto.
“Aprovechamos el cierre de la iglesia durante el mediodía y le mostramos la hostia a una médica oncóloga que vivía cerca y ella dijo que era sangre. Entonces dijo que iba a sacar una muestra para analizarlo. Cuando trajo la jeringa no succionaba porque era carne y entonces ella con un portaobjeto tomó una de las esquirlas de esas que estaban en el agua y la llevó a un sanatorio y el primer el resultado dio fue que era sangre humana”, recuerda el Padre Peréz del Lago.
Continúa explicando el sacerdote: “Entonces decidimos ese mismo día colocar la hostia sangrante en un sagrario móvil y lo pusimos en mi escritorio. Llegado el fin de semana las patenas se mancharon con sangre inexplicablemente, en una, que era una patena de bronce y la otra era una patena de estaño, la parte de estaño absorbió la sangre. Posteriormente se pudo analizar y resultó que la sangre que había en esa patena correspondía a la misma que estaba en mi cuarto, sin embargo, ninguna había tenido contacto”.
“Era llamativo, ya que un pedazo de carne a los tres días tiene que empezar a tener olor, ¿cierto? y esto estaba en un Sagrario que es una chapa de bronce con una puertita, sin ningún tipo de refrigeración. Estuvo así 40 días, sin secarse, había agua alrededor. En un momento el párroco le agregó un poquito de agua porque el agua se iba evaporando, hasta que el obispo le dijo que no le agregara más agua y lo dejara con su transcurso natural”. Así detalla lo ocurrido el último testigo vivo del Milagro Eucarístico de 1992.
La intervención médica y el análisis científico
En 1999, con la autorización del entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio (actual Papa Francisco), se llevaron a cabo análisis en laboratorios forenses de Estados Unidos. Los resultados fueron sorprendentes: se encontraron elementos sanguíneos y tejido humano vivo, con características asociadas a una herida cardíaca. Este hallazgo desafió las explicaciones científicas convencionales y confirmó la naturaleza milagrosa del evento.
Tras su estudio concluyó que “se trataba de un corazón de una persona 30 años que está sufriendo un gravísimo estrés, que ha recibido un golpe en el pecho, que tiene los glóbulos blancos en una forma en que está defendiéndose de una herida muy fuerte, que está vivo, y que el grupo sanguíneo es AB . Con lo que coincide con el grupo sanguíneo de Sabana Santa y otros milagros eucarísticos”.
Desde 1999 el cardenal Bergoglio autorizó la difusión y narración de los hechos acontecidos, actividad que se realiza mensualmente en la Parroquia Santa María, ubicada en Avenida La Plata 286 de la Ciudad de Buenos Aires.
El Milagro de Lanciano, el más antiguo de la historia
En Italia, en el siglo VIII, tuvo lugar el llamado Milagro de Lanciano. Un monje que tenía dudas acerca de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía descubrió en la consagración durante la misa que el pan y el vino se transformaban en carne y sangre, la cual coaguló en cinco glóbulos irregulares y de diferente tamaño y forma, que tienen la particularidad de pesar 15,18 gramos cuando son pesadas tanto las cinco juntas, como cualquier combinación de las mismas por separado.
La carne es fibrosa y de color café oscuro y se torna rosada al ser iluminada por atrás. El examen científico realizado en 1971 confirmó que era tejido cardíaco humano y la sangre era tipo AB, la misma que la de la Sábana Santa.
En 1902 la custodia se colocó en el interior de una estructura de mármol, un tabernáculo junto al altar mayor y los elementos pueden ser vistos hoy en día en Iglesia de San Francisco en Lanciano.